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Liberdade,... paulista y nipón


la Liberdade, el barrio japonés de São Paulo:Entre japoneses y sus descendientes, hay más de 1 millón de habitantes de origen nipón en São Paulo. Constituyen la mayor comunidad japonesa del mundo fuera de Japón. Todavía te encuentras a viejitos que no hablan portugués. Es una comunidad muy tradicional, que solo recientemente ha roto los tabús y ha comenzado a casarse con no japoneses.




La influencia de la cultura japonesa en la vida de São Paulo es muy grande. Su mayor expresión probablemente sea la cocina, no en vano tenemos más de 650 restaurantes japoneses. Los ingredientes para preparar comida japonesa se encuentran en todos los supermercados, y en muchos barrios, incluyendo el mío, hay una tienda de productos japoneses. En el barrio de la Liberdade, claro, es donde se encuentra la mayor oferta de productos. Cada vez que lo visitamos volvemos a casa cargados de todo tipo de comida japonesa.



Contiene la mayor población japonesa (immigrantes y descendientes) fuera de Japón. Hay también otros grupos étnicos (principalmente asiáticos) presentes en Liberdade, incluyendo chinos (tanto de la China continental como taiwáneses) y coreanos. El distrito posee acceso al Metro de São Paulo y varias líneas de autobúses, está ubicado muy cerca del Centro histórico de São Paulo y de la Avenida Paulista



Algunas palabras japonesas han entrado en el léxico portugués: a los hijos de japoneses se les conoce como nisseis. A los hijos de nisseis, se les conoce como sanseis. Y a los nisseis o sanseis que van a trabajar a fábricas de Japón durante una temporada para ahorrar dinero y después volver a Brasil se les conoce como decasséguis.



Sólo en una ciudad del calibre de São Paulo, los más de un millón de habitantes que componen la comunidad japonesa podrían considerarse minoría. Y en efecto los restaurantes de sukiyaki, los masajes shiatsu y los mercados, se concentran en el barrio de Liberdade, de visita obligatoria para paladares y narices mínimamente curiosos.



¿En qué país, fuera de Japón, cualquier persona, sin importar clase social o curiosidad gastronómica, sabe lo que es un yakisoba o un temaki? Sólo Brasil, donde la comunidad japonesa, la mayor del mundo fuera de Japón, está a punto de alcanzar, entre nativos y descendientes, un millón y medio de personas. La mayoría de ellos está concentrada en São Paulo, donde la colectividad hizo de este barrio Liberdade su referencia máxima.



Quien esté de paso por São Paulo puede olvidar por un día que está en un país tropical, y reservar unas horas para un masaje de shiatsu, una buena comida japonesa tradicional, un espectáculo de taiko o una demostración de rádio taissô, a cargo de viejitos nipones. Y todo caminando por debajo de las lámparas rojas suzuranto, típicas de Japón, que iluminan las calles de Liberdade.




Para quien no habla portugués o japonés, a veces es difícil hacerse entender con los comerciantes o vecinos del lugar. Pero quien haya estado en los chinatowns de San Francisco o Nueva York se sorprenderá con el modo en que la famosa cordialidad brasileña impregnó ya a los orientales locales, quienes le tienen mucha paciencia a los turistas.





Pero Liberdade no es un “barrio museo”: ubicado en pleno centro de São Paulo, los visitantes se pierden en él entre brasileños, orientales y descendientes, todo el mundo de compras o en busca de algún servicio que sólo puede encontrarse aquí. Yo, por ejemplo, voy al barrio siempre que necesito comprar buenas ollas o sartenes, o encontrar hongos shitake frescos o wasabi. Con el tiempo, el barrio dejó de ser exclusivamente japonés y pasó a recibir a inmigrantes chinos y coreanos. Pero todavía prevalece la comunidad japonesa, que en 2008 cumplió cien años en Brasil.



Quien llegue a São Paulo con la necesidad de estar cerca del centro, puede quedarse aquí y aprovechar para hacer una inmersión en la comunidad japonesa local. Debe haber unos 30 restaurantes de comida japonesa a menos de 500 metros de distancia del hotel.



El barrio Liberdade tiene aproximadamente 20 manzanas, pero las calles que concentran los comercios y lugares interesantes para visitar son Rua Galvão Bueno, Rua da Gloria, Conselheiro Furtado y Rua dos Estudantes. Además, claro, de las plazas Liberdade y Almeida Junior.



Con una radio chiquita, como aquellas en las que se escuchaban partidos de futbol, comenzó el rádio taissô en Japón, en 1928. Se ponía el aparato en el piso, en una plaza, y se bailaba la música que saliera de ahí, aprovechando para hacer ejercicios en cada paso. Eso se transformó en una práctica, una disciplina que mezcla gimnasia y baile. Para los madrugadores: todos los días, a las 6:30 de la mañana, se reúnen unas 90 personas, la mayoría de ellas orientales, en la Plaza Liberdade. “La práctica es para todas las edades, sin contraindicaciones. Son 22 minutos de ejercicios rítmicos, básicamente estiramientos, torsiones y algunos saltos, divididos en 26 movimientos”, Para participar hay que llegar y sumarse, no hace falta inscribirse.



Ir al barrio de Liberdade es una buena oportunidad para hacerse un masaje de shiatsu —el estilo más difundido en Brasil por la comunidad japonesa—, o reflexología —un masaje terapéutico en los pies—. Se los encuentra en los mercados o en los pequeños centros comerciales, apiñados de gente. O en cualquier lugar en el que vea la palabra massagem y un montón de ideogramas japoneses.



En las aldeas rurales japonesas se decía que el tamaño del lugar no estaba dado sólo por las delimitaciones geográficas, sino también por cuán lejos podía escucharse el tambor. Taiko es la ceremonia durante la cual se tocan los tsuzumi, o tambores. El templo Busshin-ji tiene información sobre las demostraciones.



Éstos son algunos de los más mercadillos más pintorescos: Marutaka (Rua dos Estudantes 46), Hime-ya (Rua Galvão Bueno 54) y Casa Bueno (Rua Galvão Bueno 48). Entrar a los mercaditos orientales de Liberdade es una perdición. Son tantas las cosas que uno jamás había visto: frutas y verduras, jugos enlatados y objetos de cocina de utilización indescifrable. Todo viene importado de Asia y llega fresquísimo, aunque también la colectividad japonesa que ocupa varias regiones rurales del interior de São Paulo provee frutas y verduras de consumo común en Japón. Un ejemplo es el longan, una fruta del tamaño de una ciruela chica, que por dentro es como una uva. También hay té de arroz, hongos shitake, shimeji, jaleas de porotos, jengibre, una especie de pepino llamado nigauri. En fin, a no ser que se haya pasado un buen tiempo en Asia, la mayoría de los productos son desconocidos. Lo mejor es preguntarle a alguna señora japonesa que esté comprando qué es cada cosa. O si no, perderse en los estantes, todos alineados para aprovechar cada espacio en forma horizontal y vertical, y exponer la mayor cantidad de productos posible: bandejas de sushi, ostras frescas, estatuas de geishas, abanicos, dragones, lámparas, cacerolas y teteras.



Algunos de los mercaditos son pequeños, otros sólo lo parecen, se pierden en recovecos conquistados a fuerza de sumar casas vecinas, y a veces es posible hasta encontrar una silla para hacer masajes esperando a un cliente. Todos estos mercados están bajo techo, y si no fuera porque los productos son asiáticos, se parecerían a cualquier mercadito de barrio de algunas décadas atrás. No se sorprenda: varios de los mercaditos japoneses son atendidos por chinos. Los pueblos no se tienen gran simpatía, pero negocios son negocios.



No es necesario ser uno de los 300 millones de seguidores del budismo en el mundo para visitar el templo Busshin-ji, de la Comunidad Budista Soto Zenshu. Su arquitectura es muy atractiva, y el lugar es de una tranquilidad total para hacer un descanso entre un paseo y otro.



En Liberdade —llamado así en homenaje a los esclavos negros que vivían en la región— sobran lugares para comer. Desde los tradicionales, atendidos por japoneses que todavía hablan el portugués con dificultad, hasta los más occidentalizados. En ambos la calidad está garantizada porque, en un barrio oriental con comensales orientales, ningún restauranteur nipón arriesga su honra. Por tener tantos restaurantes en apenas dos cuadras, la Rua Tomaz Gonzaga es conocida como aji no suzuran dôri, la calle del sabor. Pero no es la única.



El Gombe es uno de los restaurantes más tradicionales de Liberdade. Su especialidad son los pescados y verduras a la parrilla. Es muy recomendable el atún blanco y el temaki —cono formado por alga y arroz— de erizo de mar, que está de moda entre quienes aprecian la comida japonesa. El chef del lugar, Alexandre Oyama, asegura que otro plato favorito de la comunidad oriental es el udong —fideos de arroz.

El ambiente del lugar es uno de los más tradicionales de Liberdade: mesas de madera macizas, paredes forradas de madera, lámparas redondas, blancas, y varios espacios recluidos, con mesas bajas, para comer descalzo sobre tatamis.



Dos estaciones de metro paran en Liberdade: la homónima Liberdade y São Joaquim. La primera está en la Plaza Liberdade. También se puede llegar en taxi fácilmente desde cualquier parte de la ciudad. Unos 20 minutos de taxi cuestan aproximadamente 10 dólares.



Feira da Liberdade: los dos días más agitados en Liberdade son el sábado y el domingo. El sábado, la gente va de compras. El domingo es el día más tradicional del lugar, porque es cuando funciona la feria de Liberdade. Comienza a las 9 de la mañana y sigue abierta hasta la puesta del sol en la Plaza Liberdade, que fue remodelada recientemente como uno de los preparativos para el centenario de la presencia japonesa en el país, que se cumple en 2008. Si nunca ha estado en Asia, nunca habrá visto tanta gente de origen oriental junta como en este lugar. Hay artesanías japonesas de bambú, sedas, comidas típicas —como el pastel de arroz, mochitsuki—, productos terapéuticos y montón de chucherías importadas —y contrabandeadas— de Asia.

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