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Indígena,... raíz y evolución



Existen dos tesis que explican el poblamiento humano del continente americano.

Una de ellas sostiene que la mayoría de los nativos americanos descienden de tribus migratorias provenientes de Siberia, en el norte asiático, las que cruzaron por el Puente de Beringia y luego se separaron en distintas direcciones.

En Brasil, particularmente, la mayoría de las tribus nativas que habitaban el territorio hacia el año 1500 se piensa que descienden de la primera oleada de inmigrantes, quienes habrían llegado a América hacia el año 9000 a. C. durante la última era glacial, alcanzando la cuenca del Amazonas alrededor del 6000 a. C., tras haber pasado el istmo de Panamá.

Una segunda hipótesis se apoya en descubrimientos recientes, tales como el esqueleto de Luzia en Lagoa Santa (Minas Gerais) han evidenciado la diferenciación morfológica entre el genotipo asiático y el aborigen americano, más similar al de los indígenas de África y Australia.


Estos habitantes primigenios posteriormente habrían sido desplazados por los inmigrantes siberianos, siendo los nativos de la Patagonia y la Tierra del Fuego los últimos representantes de estas poblaciones aborígenes.



Con respecto al poblamiento del Brasil actual, en el Parque Nacional de Serra da Capivara se han encontrado indicios no sólo de una cultura, sino de varias culturas ordenadas por edades geológicas que comprueban la existencia de diversos grupos con organizaciones sociales sofisticadas, siendo la evidencia de ello el hallazgo de piezas de cerámica, vasos, esculturas, y otros accesorios domésticos junto a esqueletos de gigantescos animales prehistóricos.

En Brasil habitó un ser humano muy remoto, desde aproximadamente 11.500 años arqueológicamente hablando, con su cosmogonía y mundo simbólico, que dejó fósiles y objetos de arte, como testimonios de su pasado.

Ocupo el territorio en el Pleistoceno, caracterizado por una gran inestabilidad ambiental.

El clima era más seco y las temperaturas sensiblemente más bajas, habían pocas manchas de bosques y gran parte de Brasil estaba cubierto por vegetación baja (cerrados y caatingas).

Aún nada se sabe sobre estas poblaciones, ya que sus vestigios son escasos y difíciles de encontrar, pues corresponden a los primeros bandos nómadas de cazadores que comenzaron a recorrer el país, muy lentamente.

Los restos de sus ocupaciones están enterrados en grandes profundidades y pocos sobrevivieron al paso del tiempo.

En las excavaciones, generalmente, se encuentran apenas leves rastros de antiguas hogueras y unos cuantos fragmentos de piedra, probablemente lascas.

Pero es a través del arte rupestre donde más datos sobre la cotidianeidad de estos pueblos pueden ser encontrados.

Las imágenes de los cazadores brasileños del Pleistoceno muestra figuras en movimiento, revelando diversas escenas de su vida diaria. La lucha, caza, danzas rituales y sexo ilustran diferentes paneles.

Las figuras humanas se ven portando bastones y disparadores como armas, cargando cestas con alimentos recolectados, o bailando alrededor de un árbol




Los bosques primarios forman parte del hábitat de muchos pueblos indígenas. Alrededor de 150 millones de personas dependen de la supervivencia de estos bosques.
Muchos de estos pueblos y personas son desalojados, aunque vivan en las selvas desde tiempos inmemoriales. Casi nunca se les da el derecho de intervenir en las decisiones o en lo que pasa en su ambiente. Y con la destrucción, se quedan sin hogar.

El Amazonas tiene una larga historia de asentamientos humanos. Contrario a la creencia popular, en el bosque lluvioso del Amazonas existieron sociedades sedentarias de gran tamaño [Civilizaciones Precolombinas del Amazonas].
Estas sociedades producían cerámica, desmontaban el bosque para cultivar y lo manipulaban para optimizar la distribución de algunas especies útiles.

La idea de un Amazonas virgen, es el resultado del desplome de la población después de la llegada de los europeos en el siglo dieciséis.
Algunos estudios sugieren que el 11.8 por ciento de los bosques terra firme tienen origen antropogénico y son el resultado del manejo cuidadoso que los indígenas le daban a la biodiversidad.
Sin embargo, a diferencia de los agricultores que utilizan técnicas modernas, los amazónicos se adaptaron a las
realidades ecológicas de su ambiente durante cinco milenios de experimentación, y sabían darle un uso sustentable al bosque lluvioso para cubrir sus necesidades.

Ellos entendían la importancia de mantener la biodiversidad a través de un mosaico de bosques naturales, campos abiertos y secciones de bosque manipuladas para que dominaran algunas especies de interés humano.

Muchas de estas poblaciones vivían a lo largo de los ríos blancos, en donde tenían buenos medios de transporte, excelente pesca y suelos fértiles en planicies de inundación que utilizaban para la agricultura.
Sin embargo, con la llegada de los europeos, estos fueron los primeros asentamientos que se vieron afectados, debido a que los europeos utilizaron los ríos más importantes como rutas hacia el interior.
Durante el primer siglo de presencia de los europeos, la población de amerindios se redujo en un 90%.
La mayoría de los habitantes que quedaron vivían en el interior del bosque, ya fuera por el desplazamiento de los europeos o porque tradicionalmente se hallaban en el interior en grupos más pequeños.

Desde que Pizarro conquistó el imperio Inca hasta el boom del caucho brasileño (aproximadamente a inicios de la Primera Guerra Mundial), en el nombre del catolicismo y con la bendición de los papas, españoles y portugueses continuaron la vieja tradición de abuso en contra de los indígenas, la cual seguiría hasta nuestro días con los colonos, los recolectores de caucho y las constructoras.

La población de la cuenca del Amazonas se concentra en ciudades que emergieron del bosque lluvioso circundante y se convirtieron en centros poblacionales importantes.
Fuera de estos pueblos y ciudades, la Amazonía esta escasamente poblada.

En la actualidad, a pesar de la disminución de la población, los nativos siguen viviendo en los bosques lluviosos americanos, aunque prácticamente todos se han visto afectados por el mundo exterior.
En lugar de utilizar su vestimenta tradicional con taparrabos, la mayoría de los amerindios utiliza ropas occidentales y muchos usan ollas de metal, cacerolas y otros utensilios en su vida cotidiana.
Algunos grupos hacen artesanías para venderlas a los turistas que llegan con las embarcaciones, mientras que otros realizan viajes rutinarios a la ciudad para traer comida y mercancía para vender.
Casi ningún grupo nativo depende por completo de la cacería nómada tradicional, ni de la colecta de vegetales silvestres.
Los cultivos, junto con la cacería, la colecta de vegetales silvestres y la pesca, les sirven como una fuente de alimento complementaria.
Normalmente las familias tienen dos huertos: uno pequeño con varios tipos de plantas y un cultivo más grande, que puede abarcar una superficie de una hectárea con plantaciones de plátano, mandioca o arroz.

Estas plantaciones se han sembrado con la práctica tradicional de tumba, roza y quema, un método para limpiar el bosque que no es del todo perjudicial para el hábitat, si se lleva a cabo de la manera tradicional.

En la actualidad, casi ningún amerindio del bosque vive de un modo completamente tradicional.
Quizás sólo unos cuantos grupos pequeños de la cuenca del Amazonas pueden hacerlo.
Uno de ellos, los Tageri (parte del grupo de los Waorani), se encuentra severamente amenazado por el desarrollo petrolero de Ecuador.
Su situación se ha vuelto una batalla internacional entre ecologistas, defensores de los derechos humanos, el gobierno y la industria petrolera.

Los movimientos sociales de los indígenas americanos han alcanzado el mayor nivel de organización que existe en cualquier bosque lluvioso.
La formación de organizaciones étnicas es una manera que los indígenas tienen para protegerse, al igual que a su cultura y sus recursos naturales.
Los amerindios han enfrentado una larga y amarga batalla en contra del cambio de uso de suelo en su tierra, y en la actualidad estas organizaciones monitorean las incursiones de los forasteros a sus tierras.
El Consejo Misionero Indigenista (CIMI), reportó que las invasiones por taladores y mineros a las reservas indígenas brasileñas han aumentado desde mediados de la década de los 90.
Los taladores irrumpen cada día más en tierras indígenas en busca de caoba, cuya extracción está actualmente prohibida en Brasil.
A finales de la década de los 90 y a principios del 2000, el choque entre los indígenas, taladores, mineros y petroleros recibió atención de la prensa occidental. La lucha vigente entre los Yanomani (Brasil y Venezuela) y miles de mineros de baja escala conocidos como "garimpeiros" (Brasil), recibió especial atención.

La alejada tribu de los Yanomani habita un bosque casi del tamaño de Francia, en el norte de Brasil y al sur de Venezuela.
Los Yanomani vivieron prácticamente aislados después de que fueron documentados por primera vez en la década de los 20 y hasta la década de los 70, cuando un gran número de mineros que buscaba oro invadió su territorio.
Estos mineros trajeron enfermedades como sarampión, tuberculosis, gripa y malaria a los Yanomani que eran poco resistentes a estas enfermedades, lo que trajo como consecuencia una importante disminución de la población.
Se estima que 20,000 Yanomani vivían en Brasil a finales de los 70, mientras que en 1997 quedaban menos de 9,000.
La violencia entre los Yanomani y los garimpeiros armados ha traído como consecuencia muchas muertes.
Los garimpeiros han interferido en el modo tradicional de vida de los Yanomani, al utilizar mercurio que contamina los ríos locales, la vida silvestre y a los Yanomani mismos. Los proyectos mineros ahuyentan a los animales de los que depende esta tribu para su alimentación.
Los garimpeiros también introdujeron armas a los grupos Yanomani, lo que significa que las disputas entre aldeas normalmente terminan a tiros.

Brasil ha destinado grandes áreas de bosque —alrededor del 12.5 por ciento del área total de Brasil y del 26.4 por ciento de la cuenca del Amazonas—para la población indígena, que está conformada por alrededor de 450,000 personas o 0.25 por ciento de la población total.
Estas reservas indígenas —establecidas en la Constitución de Brasil en 1988—ayudaron a aumentar la población indígena después de siglos de haber estado disminuyendo.
De acuerdo a El Economista [2 de febrero de 2006], el 60% de la población indígena brasileña vive en la Amazonía.

Estas áreas protegidas no son muy populares entre los campesinos pobres, los terratenientes y las constructoras, quienes han luchado en contra del establecimiento de parques y reservas indígenas, y quienes explotan los recursos forestales ilegalmente—especialmente la caoba y otras maderas preciosas—dentro de los límites de las áreas protegidas.
Sin embargo, un estudio realizado en el 2006 por investigadores del Centro de Investigaciones Woods Hole y el Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonía, encontró que los parques y las reservas indígenas del Amazonas ayudan a disminuir la tasa de deforestación.
Los investigadores concluyeron, mediante un análisis de datos satelitales, que la deforestación y la frecuencia de incendios era significativamente menor dentro del perímetro de las reservas y las tierras indígenas demarcadas.



Hoy en día sólo en Brasil la selva es el hogar de más de 20 millones de personas, incluyendo a unos 180.000 amerindios y muchos más cablocos (habitantes tradicionales del bosque amerindio y portugués).
Estas comunidades dependen del bosque para vivir. De la selva extraen comida, refugios, herramientas y medicinas. Además, los bosques juegan un papel crucial en su cultura y sus creencias religiosas.
Los Deni viven en la zona occidental del Amazonas brasileño. Su territorio tradicional tiene 1,5 millones de hectáreas, y es su hogar y su fuente de vida. Los 666 Denis –según censo de 1999–, tienen muy poco contacto con el mundo exterior: sus poblados sólo pueden alcanzarse por barco o hidroavión.

La empresa maderera WTK compró una gran extensión de bosque.
WTK quería talar también las 150.000 hectáreas que se solapaban con el territorio Deni.
Sin embargo, estos no se conformaron y exigieron que el Gobierno cumpliera su promesa: demarcar la superficie tradicional de los Deni y así, legalmente, poder reconocer su derecho territorial.
Los Denis no se fiaron de estas promesas y, en septiembre de 2001, comenzaron ellos mismos a demarcar sus fronteras con la ayuda de Greenpeace.
En agosto de 2003 el Gobierno brasileño terminó esta demarcación. Hoy, los Deni pueden continuar con su forma de vida tradicional en el bosque.





En mayo del 2007, un grupo de indígenas que hasta entonces había permanecido en aislamiento voluntario, estableció contacto con el mundo exterior.
Esto sucedió al norte del Estado de Pará. Los indígenas caminaron durante 5 días, mas de 100 kms entre la densa selva amazónica, atravesando la frontera desde Mato Grosso hasta aparecer inesperadamente en una aldea de los indígenas Kayapó.

Es importante señalar que dicho contacto no fue fruto de una decisión tomada libremente, sino el resultado de la incursión de madereros en su territorio, que les forzó a huir y a hacer ese largo y difícil recorrido hasta llegar a esta aldea.

Se trata de un grupo de 87 indígenas Metyktire -un sub-grupo de los Kayapó- que fueron inicialmente contactados en el año 1950 pero que en aquel entonces decidieron adentrarse nuevamente al bosque y por decisión propia han vivido en aislamiento voluntario hasta ahora.

Según se informa, el primer contacto fue realizado por dos hombres que hicieron sonidos afuera de una de las casas de la aldea y fueron vistos por dos jóvenes.
Luego de superada la desconfianza mutua resultante del inesperado encuentro, el resto del grupo fue también ingresando paulatinamente a la aldea Kayapó.

Como medida precautoria, se ha establecido que sólo los integrantes de esa aldea pueden tener contacto con los Metyktire, como forma de prevenir el contagio de enfermedades para las que no cuentan con defensas inmunológicas.
Esta aldea está integrada por indígenas de la misma etnia, que en los años 50 decidió establecer contacto con los blancos. El líder de la aldea -Megaron Txucarramãe- quien también es representante ante la FUNAI (Fundación Nacional Indígena del Brasil), es quién está a cargo de la interlocución con los recién llegados.
De acuerdo a la FUNAI, todavía no se tiene información acerca de si hay integrantes de los Metyktire que se encuentren en la selva heridos o muertos, o que simplemente todavía no hayan decidido salir.

Los Metyktire eran considerados desaparecidos y no se sabía nada acerca de su paradero. Fueron recibidos con gran alegría, entre cánticos y danzas por parte de los Kayapó.
Aún no hay imágenes disponibles, pero sí se pueden escuchar las grabaciones de los cánticos que fueron transmitidas por la radio local
(ver: http://www.survival-international.org/news/2462).
Los relatos cuentan que los Metyktire hablan una versión más pura del mebengokré (el idioma de los Kayapó), que son altos y fuertes, usan el pelo largo y “botoque” (un disco de madera que se coloca en el labio inferior).

De acuerdo a Gilberto Hazaña y Sydney Possuelo del Centro de Trabajo Indigenista, los indígenas en aislamiento voluntario son pueblos que “…a lo largo de este tiempo (¡500 años!), buscaron regiones aisladas o se refugiaron en ellas, o mejor dicho, regiones no ambicionadas por la saña mercantilista (o misionera) de nuestros ‘frentes de expansión’.
En la Amazonia (brasileña principalmente, pero también en la boliviana, peruana, colombiana, venezolana, ecuatoriana y guyanesa) estimamos que todavía existen decenas de pueblos indígenas que viven casi del mismo modo que vivían hace quinientos, seiscientos o mil años atrás: vestidos solamente con sus adornos de plumas o taparrabos, sobreviviendo de la caza, de la pesca, de la recolección y de la agricultura en pequeña escala con hachas de piedra y fuego, sin enfermedades virósicas y en un ambiente de plena abundancia. Es un hecho hoy que la mayoría de los pueblos aislados en la Amazonia está viviendo una situación extremadamente grave en función del avance de los frentes predatorios (madereros y mineros) sobre las últimas áreas aún vírgenes de la región”.

Este reciente contacto del pueblo Metyktire, es una buena oportunidad para reflexionar, y pensar en el futuro de estos pueblos, dejando de lado el hecho folclórico y la cobertura sensacionalista que la mayoría de los medios hacen del tema.

El primer punto para la reflexión es que no establecieron contacto por decisión propia. Todo lo contrario. Las primeras versiones hablan de que venían escapando de los madereros, y que durante 5 días huyeron a través de la densa selva hasta finalmente establecer contacto con sus hermanos Kayapó. Es decir que podrían haber sido exterminados a balazos por los madereros –como ha sucedido en muchos casos- sin que quedaran rastros, pero afortunadamente pudieron escapar.

Al mismo tiempo, surgen una cantidad de preguntas: ¿Cuál es el futuro de estas comunidades que son forzadas a hacer contacto con un mundo exterior donde reina el mercantilismo y dónde lo que más interesa de esta historia van a ser las imágenes de los indígenas con sus cuerpos desnudos y botoque en los labios? ¿Cuál va ser el futuro de estas comunidades que se integran a un mundo –y a un país- donde reina el racismo y dónde gran parte de los indígenas viven en condiciones de extrema pobreza? ¿Cuál es el futuro de las decenas de comunidades que aún viven en la selva –particularmente en Brasil- cuyos territorios son entregados a empresas madereras, mineras, petroleras, en nombre del “desarrollo y crecimiento económico” del país?

Pero quizá la pregunta más importante sea: ¿Qué podemos hacer para asegurar los derechos de estos pueblos y para que puedan tomar libremente su decisión a vivir aislados o no?

En ese sentido, entendemos que lo primero es hacer conocer su existencia y lograr que se entienda y respete su decisión de vivir en aislamiento.
Hacer comprender a la gente que no se trata de pueblos ignorantes que viven en la pobreza, sino de pueblos con una cultura propia, adaptada a utilizar sustentablemente el “ambiente de plena abundancia” en el que viven.

Al mismo tiempo, es imprescindible lograr que los gobiernos reconozcan los derechos territoriales de estos pueblos - que anteceden la existencia de los actuales estados nacionales- y que aseguren que los mismos sean respetados, impidiendo el ingreso de madereros, mineros y otros agentes de destrucción a sus territorios.

Sin el apoyo de la sociedad exterior, estos pueblos no están en condiciones de defender sus territorios ancestrales frente a bien armados e inescrupulosos agentes externos y sólo tendrán la opción de contactarse contra su voluntad o desaparecer. Es por eso que hacemos un llamamiento a tod@s -y en particular a los pueblos de los países amazónicos- a redoblar esfuerzos para proteger los derechos de todos los pueblos indígenas que viven en aislamiento voluntario.


Este apartado está elaborado en base a varios artículos `publicados en la red, entre la que parte de dicha información corresponde a
“Indio brabo”, artículo de Rodolfo Salm publicado en Correio da Ciudadania, http://www.correiocidadania.com.br/content/view/434/57/; Survival Internacional, http://www.survival-international.org/news/2462 ; Boletín 87 del WRM, http://www.wrm.org.uy/boletin/87/AM.html#Brasil



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